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Desterrando al Orgullo de nuestra vida. Por Paula Hernández

Es posible que muchos de nosotros hayamos pasado por una situación similar a la de Marta. Marta el año pasado tuvo una fuerte discusión con su madre debido a que decidió ir a pasar unos días de sus vacaciones de verano con la familia de su marido en lugar de con ella y su padre. Esta discusión llevo a que ambas se reprochasen cosas del pasado y a que Marta dejase de hablarla durante 5 meses. Durante este tiempo no le cogía el teléfono, no le contestaba a los whatsapp y constantemente evitaba cualquier celebración familiar.

Orgullo

Marta por esa época acudía a una psicóloga por el estrés generado por el trabajo y un día decidió comentarle lo que había ocurrido con su madre. La psicóloga le ayudó a ver que lo que se interponía entre ella y su madre no era otra cosa que el ORGULLO.

Podríamos distinguir dos tipos de orgullo, el positivo y el negativo. El orgullo positivo es una emoción positiva que permite valorarnos a nosotros mismos, lo que somos capaces de construir, nuestras acciones, experiencias y logros, así como los de los demás. Sin embargo, el orgullo negativo es el que nos aparta de otras personas y nos encierra en un mundo rígido, el que hemos podido ver reflejado en el caso de Marta.

Se trata de un personaje que se “cuela” entre las personas cuando se hacen daño y se utiliza por la necesidad de demostrar al otro que nos ha herido, para darle una lección. El orgullo conduce a que nos separemos de la otra persona y a que no queramos ceder, puesto que nos proporciona sensación de control

¿Cómo podemos desterrar al orgullo?

  1. Reflexiona sobre lo que consigues con el orgullo.
  2. Valora si la interpretación que has hecho sobre la situación conflictiva es desproporcionada o ajustada a la realidad.
  3. No atribuyas intencionalidad de dañar por parte del otro, todos tenemos derecho a equivocarnos y eso no significa que queramos hacer daño.
  4. Considera los costes y beneficios de la situación actual para poder tomar la decisión de desterrar al orgullo.
  5. Retoma el contacto con la persona, iniciándolo con temas neutros.
  6. Cuando estéis preparados para hablar de la causa del conflicto, recuerda que es fundamental utilizar mensajes “yo”, es decir, desde la propia perspectiva evitando culpabilizar al otro, por ejemplo “Yo me sentí mal cuando me gritaste, me gustaría que la próxima vez me dijeses las cosas sin gritar, ya que creo que de este modo no me enfadaría tanto y podríamos evitar un situación desagradable para ambos”.

¡ÁNIMO! Y recuerda que dar el primer paso no es un signo de debilidad.

Paula HernándezPaula Hernández García

Psicóloga Sanitaria

Fundación María Jesús Álava Reyes: 

91 083 77 81

phernandez@www.fundacionalavareyes.com

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