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Las Heridas que nos dañan pero que deben Sanar. Por David Lanzas

Hoy vamos a hablar de heridas. Seguramente te hayas caído un par de veces antes de montar en bicicleta con soltura y, puede que no lo recuerdes, pero tus manos se han desollado más veces de lo que te gustaría admitir. Yo, por ejemplo, tengo una cicatriz en la rodilla que me recuerda que no es buena idea tirarme de cabeza en el tobogán del parque. Evidentemente ya no tengo edad de subirme al tobogán, pero si lo volviera a hacer (no lo descarto), mi cicatriz, mi querida cicatriz, estaría ahí para decirme, con su silencio, cómo caer con los pies en el suelo.
Es curioso como las heridas forman parte de nuestra historia, la herida del dedo que te recuerda que el ajo se corta con un cuchillo más pequeño, la de la barbilla que te dice que ya es hora de cambiar la cuchilla de afeitar, el chichón que te grita “levanta la cabeza del móvil y esquiva esa farola” o la cicatriz de apendicitis que te llevó a estudiar medicina. Son muchas las heridas, cicatrices, contusiones y brechas que componen nuestra historia y todas ellas tienen dos cosas en común: Duelen y nos enseñan algo.

el-mundo-es-de-los-valiente David Lanzas

La mayoría de pacientes acuden a consulta deprimidos o ansiosos, sintiéndose poco válidos, perdidos y con una amalgama de emociones que en ocasiones les supera. Son muchos los que temen caerse y sangrar. Convencidos de que lo más sensato es permanecer en un entorno seguro, acuden en busca de lo que ellos describen como “aumentar la autoestima”. Quizás, al principio, les cueste entender que para crecer primero hay que tolerar el fracaso y que esto es muy difícil si hemos construido una red de seguridad que nos protege de cualquier frustración. ¿El resultado? Personas profundamente inseguras.
Vivimos rodeados de mensajes que nos dicen que tenemos que triunfar en todo, estar contentos y que si algo malo sucede será insoportable. Casi sin darnos cuenta, vivimos con miedo a caernos. Fruto de este miedo nos cuesta iniciar proyectos nuevos, intentar cosas que en su día fallaron o perdonar a personas que nos hicieron daño. “No te muevas, no corras riesgos, puedes caerte y te dolerá” Así, día tras día, somos presa del miedo, miedo a fallar, a perder, a amar, en definitiva, miedo a vivir.

Esta dificultad para permitirnos caernos y lastimarnos nos deja paralizados, sin asumir riesgos y a la espera de que las cosas buenas vengan por si solas, dejamos la vida al azar y, gobernados por la ansiedad, nos perdemos una gran cantidad de aprendizajes (y heridas) que nos harían más fuertes. El hueso se convierte en cristal.

Aquí tienes 5 situaciones típicas en las que el miedo a herirnos suele estar a la base.

  • Tras una ruptura amorosa, consideras que la búsqueda de una nueva pareja solo traerá dolor.
  • Dejas escapar oportunidades en las que el éxito no está asegurado.
  • Evitas cualquier situación en la que no te consideres del todo competente.
  • No expresas tu opinión en público.
  • Te cuesta tomar decisiones y las pospones constantemente.

Si te has sentido identificado en alguna de estas situaciones quizás vaya siendo hora de romper esa red de seguridad y exponerte a la frustración, tu autoestima te lo agradecerá. Como en tantas otras áreas de la vida, la recompensa raramente llega sin esfuerzo. Si sudas en el gimnasio para mantenerte en forma, ¿Por qué con la autoestima iba a ser diferente?

Salta, toma la siguiente oportunidad y si te caes, no te preocupes, acabaras levantándote.
El dolor es momentáneo, la herida cicatrizará y el próximo salto será más alto.
Adelante, el mundo es de los valientes.

david-lanzasDavid Lanzas Fernández-Martos

Psicólogo Sanitario

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